Ad portas de la Semana Santa, Sabemos que muchos nos iremos a pasar unos días de tranquilidad y reflexión personal, o a celebrar los días en alguna comunidad parroquial, o simplemente la pasara bien en compañía de gente que quiere…
No queremos dejar pasar esta fecha paras compartir con ustedes lo que nos anima y da sentido a nuestras vidas. Estamos seguros que varios de ustedes se identificarán con esta reflexión sobre el sentido de creer en Jesucristo hoy.
La semana santa inicia el Domingo de Ramos y termina el Sábado de Gloria. No vamos a entrar en detalles litúrgicos. Solo queremos detenernos en re – leer los signos de la semana santa y con ello dejar algún mensaje que pueda ayudarnos a vivir mejor estos días.
La Semana Santa tiene tres signos fundamentales: la última cena, la cruz y el sepulcro vacio. A continuación explicamos cada uno estos momentos en su sentido para nuestra historia…
El compartir como entrega generosa de quien se da así mismo porque reconoce que él mismo se debe al otro, expresado concretamente en el servicio a las necesidades del otro. El honor no es de quien está sentado al costado, sino de quien está sentado al centro, que en agradecimiento lava los pies a sus invitados. ¿No tiene sentido acaso “estar-al-lado-del-otro” para aprender del otro y no para “enseñar”? ¿No tiene sentido acaso saber que cuando doy reconozco que es más lo que recibo?
El camino y la cruz:
La consecuencia lógica de la coherencia. ¿Qué le podría esperar a alguien que en medio de una economía de acumulación viva la economía solidaria? ¿Qué le podría pasar a alguien que en medio de una política corrupta de exclusión vive una política de comunión y participación? ¿Qué le podría suceder a alguien que en medio de una religión del de dominación, sometimiento y la pasividad vive una religión centrada en una espiritualidad libre y responsable?
El sepulcro vacío:
El eje fundamental de la fe cristiana no se funda en alguien que vino a salvarnos del pecado, muriendo en la cruz, enviado por su Padre. El Padre no es un dios tirano, malvado, que busca en el sacrificio un modo de “vivir” muriendo, sin libertad, asumiendo un discurso de negación: dejando de ser lo que eres para ser “otro”. La muerte y la cruz, así, no tienen sentido. El Padre no es un dios a quien temer, por que el pecado nos condena. No nos cimentamos en el temor, nuestra fe no es temerosa, pasiva, de dominación sometimiento.
El eje fundamental de la fe cristiana se funda en Jesucristo, quien vino para construir el Reino, he aquí el centro de su mensaje y de su vida traducida en una economía solidaria, una política de comunión y participación, una religión responsable con su historia; las tres en sintonía promoviendo al hombre en su integridad y a todos los hombres; viviendo fielmente la convicción de este proyecto nuevo en una primera comunidad, reconociéndose enviado por el Padre. Para eso estamos, para construir el Reino, porque sabemos que el sepulcro vacío nos llama a salir de nuestros propios “lugares de muerte”. Él no es un dios de muertos, es un Dios de vivos, que buscan y construyen la vida con justicia.
Feliz Pascua de Resurrección 2009.
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