Bien, en este espacio compartido iremos colocando algunas reflexiones sobre este acontecimiento cristiano. Lejos de cualquier inquietud o motivación proselitista, cada quien es libre de leerlas e involucrarse con ellas. Ahi va la primera...
En la antigüedad los penitentes cubrían su cabeza de ceniza y se colocaban en las puertas de los lugares públicos para mostrar su arrepentimiento y ganar la benevolencia de Dios…
Y aún hoy la puerta de entrada en la cuaresma es para nosotros el miércoles de ceniza. Y reproducimos, aunque sea de modo simbólico, aquel gesto, mientras se nos dice “conviértete y cree en el evangelio”...
Conviértete
Les respondió Jesús: «No necesitan médico los que están sanos, sino los que están mal. No he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores.» (Lc 5, 31-32)
Vamos a buscar algunas expresiones un poco más provocadoras para entender eso de la conversión… Crece de una vez, si es que aún te mantienes en la eterna adolescencia de quien no sabe aceptar la vida en su complejidad. Ama a los otros, no a ti mismo (uno puede amarse a si mismo en los otros, y eso es muy peligroso y bastante estéril).
Aprende a mirar un poco más allá del horizonte habitual, para no quedar atrapado en jaulas de oro, y atrévete a soñar en un mundo mejor. Acepta que, para todo lo anterior, no eres tú el que está en control, sino Dios quien, dentro de uno, alienta esa conversión.
¿Qué siento que ha de cambiar en mí? ¿Cómo dejar que sea Dios el que tome las riendas de la propia conversión? (qué paradoja, ¿no?)
YO QUIERO ESTAR DESNUDO...
Yo quiero estar desnudo, Dios, mi boca
se quiere desnudar como una loca,
quitarse la palabra que le has dado.
Mi corazón, mi vida, mi costado
se quieren desnudar también de todo.
Se quieren arrancar el viejo modo
de caminar por esta tierra triste;
ser como una mujer que se desviste
a pesar del calor, del miedo y todo!
Me quiero desnudar, Señor, del miedo
de no saber por qué me duele el dedo
cuando pienso en la muerte sin motivo.
Yo quiero estar desnudo más que vivo,
desnudo de rencor, de piel, de frente,
tener un corazón desnudo y rudo.
Cuando la muerte venga de repente
hallarme más desnudo que el desnudo.
Jorge Debravo
Extraido de: http://www.pastoralsj.org.
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